BIOGRAFÍA

NACIMIENTO E INFANCIA

Según ella misma nos confirmó, nació el 13 de Marzo de 1.931 en El Pesebre, caserío del municipio de Peñascosa, provincia de Albacete. Su madre era María Dolores Arteseros Morcillo, nacida en El Pesebre; y su padre Jacinto Cuevas Ruiz, nacido en Vianos (Albacete); matrimonio que vivía por entonces en suma pobreza.

En el Bautismo, celebrado en Peñascosa (Albacete), la niña recibió el nombre de LUZ – AMPARO Cuevas Arteseros.

Contando Amparo tan solo dieciséis meses de edad, muere la madre. El padre entonces deposita a sus dos hijas, Carmen y Amparo, en la Casa Cuna provincial de Albacete y contrae segundas nupcias con Virginia, la cual muere al dar a luz un niño, quedando de nuevo viudo el padre.

Luz Amparo, a los seis años de edad es colocada por el bueno Jacinto, en adopción con unos señores de Tomelloso (Ciudad Real), los cuales, al tener al año un niño, la devuelven a su padre.

Amparo con su hermana mayor, Carmen, tiene que pasar dos años en el caserío natal de El Pesebre con grandes apuros económicos, al cuidado de un abuelo pastor y de una prima de su difunta madre, mientras el padre trabaja fuera del caserío.

Al casarse por tercera vez Jacinto con Bárbara, vecina de La Hoz (Albacete), que llevaba al matrimonio dos hijos, las necesidades de las dos niñas aumentan notablemente, viéndose precisadas de ir al monte a recoger hierbas y leña para subsistir.

Amparito, que no sabe rezar, en el colmo de su desdicha, no deja de pedir a la Virgen que se la lleve con su madre.

De vez en cuando, una u otra de las dos hermanas, escapa de La Hoz a El Pesebre a casa de la tía materna Josefina. En una de esas escapadas, Amparo, que no deja de hablar, a su manera, con la Virgen implorando su protección, queda atrapada y congelada en la nieve, sin sentido y es recogida y reanimada por unos arrieros.

Las dificultades para una pacífica convivencia con la madrastra, hacen que el padre marche con Amparo a Arguisuelas (Albacete), donde logra colocarse de guarda y listero en unas obras. La mayor, Carmen, entra de empleada en el cortijo La Forana, con lo que disminuyen en algo los apuros económicos.

Amparo llora, sobre todo de noche, su soledad. Reunidos de nuevo Bárbara y Jacinto, marchan ambos a una finca rústica de Albacete con la jovencita Amparo. Allí las estrecheces son tales, que Amparo tiene que pasar la noche en una alacena con un hermano que ha nacido.

A causa de tanta miseria, es entregada como hija adoptiva a unos señores de un pueblo de Valencia, donde trabaja algún tiempo, hasta que dichos señores la devuelvan a su casa, en la que de nuevo son tales los apuros y las dificultades económicas que su padre la lleva interna a una institución gratuita de Alicante destinada a recoger y asistir a niños desamparados.

JUVENTUD Y MATRIMONIO

Pasado un año en aquella institución alicantina en que aprendió a coser, sus padres la reintegran a su vivienda de donde marchó a Madrid, a casa de su tía Antonia. En la capital de España trabajó de empleada doméstica, hasta que contrajo matrimonio con el joven Nicasio Barderas, el 28 de febrero de 1957, en la parroquia de San Lorenzo de El Escorial, población en la que se avecina el joven matrimonio. Amparo contaba 25 años de edad.

Curtida en trabajos y sufrimientos de todo tipo, Amparo encara con esforzado ánimo la nueva situación. Sin desatender sus deberes de esposa, de madre de los hijos que van llegando uno tras oro hasta los siete, y de ama de casa, presta también sus servicios a Doña Matilde Ruiz del Toro y realiza algunos otros trabajos circunstanciales.

PROBLEMAS DE SALUD

A todo esto su salud dejaba bastante que desear, sobre todo a partir del nacimiento del primer hijo, allá por 1958. En efecto, nacido su primer hijo, Gabriel Ángel, Amparo empieza a padecer un soplo en el corazón. Este problema se le va agravando hasta el punto de obligarla a guardar cama, aunque a pesar de ello, se levanta como puede para lavar la ropa de propios y extraños. Su esposo, Nicasio, también cae gravemente enfermo por entonces, viéndose obligado a guardar reposo.

MÁS POBREZA

Como es natural, en esta situación la economía doméstica se halla en plena bancarrota. En más de una ocasión reciben ayuda de personas y grupos caritativos. Le pagan la casa, le costean la leche y el pan, la tienda le fía los comestibles, etc. Algo mejora Nicasio, pero recae pasados unos años teniendo que ser internado en el Sanatorio. Dado de alta, al hallarse débil para el trabajo, no lo encuentra por ninguna parte; tan solo se ocupa de labrar un trozo de tierra del que cosecha algunas hortalizas.

EFECTO DE LA ANESTESIA

En 1970, Amparo aquejada de hemorragias por ulcera de duodeno y hernia de hiato, es internada en el hospital Clínico de Madrid, donde al ser reconocida descubren la necesidad de ser intervenida quirúrgicamente. Recién operada le ocurre ya el primer fenómeno curioso: una de las noches dice que ve a un médico a su lado, vestido de bata blanca, con barba y melena, tez morena, ojos verdes, de pie junto a la cabecera de su cama; pero no le dice nada. Ya durante la operación, dice que lo había visto también en el quirófano. Por la mañana pasan los estudiantes tomando nota de los enfermos y le preguntan quien le había operado. Contesta ella:

«El doctor de la barba.»
Insisten ellos: «¿Cómo se llama?»
Y responde Amparo: «No lo sé. El que ha estado aquí esta noche.»

Las otras enfermas de la sala aseguran que no han visto a nadie; que lo que Amparo dice será efecto de la anestesia. Y en esa convicción sigue viviendo ella por algún tiempo. Sin sentir gran mejoría en su salud, Amparo vuelve a su trabajo en casa. En su interior se lleva grabada la fisonomía del misterioso doctor. Parece ser que estas escenas tuvieron lugar por mayo de 1970.

EN EL TREN DE LA ESPERANZA

Poco después, Amparo se agrava de nuevo del estómago con hemorragias… y también del corazón. Se pone amoratada. Tiene frecuentes mareos que la hacen tambalearse y caer al suelo con fractura de un brazo y clavícula.

Con tan quebrantada salud se le ocurre marchar a Lourdes en el tres de la Esperanza, en expedición presidida por el Excmo. Cardenal Tarancón, quien la visita en el apartamento del tren donde ella se halla aquejada de violentos vómitos. Es la peregrinación del 18 al 22 de junio de 1973. En Lourdes empeora con vómitos, mareos y hemorragias. No ve a la Virgen, pero sin verla dice que la siente y llora copiosamente con intensa emoción. Regresa sin curación, habiendo pedido la salud para otras personas más que para sí. En el tren de regreso mira hacia a tras sintiendo tener que dejar allí a la Virgen y no sabiendo explicar lo que experimenta y presiente en su corazón.

Llega a su casa y empieza a tener extrañas, pero consoladoras experiencias: observa que ya no se marea, no vomita, no se cae al suelo, etc. Antes de peregrinar a Lourdes necesitaba y usaba botellas de oxígeno para poder respirar. Ahora ya puede trabajar normalmente en casa y fuera de ella. Aunque en Lourdes se sintió peor, ella tiene la impresión de que ha sido la Virgen la que la ha curado. Y parece ser que no fue esta la única vez que Amparo sintió de manera especial la protección de la Virgen María.

ASISTENTA

Pero sigamos con el relato de su vida:

Por el mes de abril de 1980, Amparo se empleó de asistenta en casa del Matrimonio Miguel Martínez y Julia Sotillo que tenían que desplazarse diariamente a la tienda que tienen en Madrid. Como por entonces tenían dos hijos, relativamente pequeños (9 y 7 años), contrataron a Amparo para que cuidara de ellos y de la casa en su ausencia. Según dice Miguel Martínez Pascual, padre de las criaturas, fue el ver en Amparo una mujer sencilla, bonachona y sobre todo muy cariñosa con los niños, lo que les movió a pedirle que trabajara en su casa.

Hasta ahora, como vemos, hasta sus 49 años de edad, Amparo Cuevas no sobresale prácticamente por nada extraordinario, si acaso por su extrema pobreza y por su constancia y amor al trabajo para sacar a sus siete hijos adelante, a pesar de lo delicado de su salud y la de su marido, con lo poco que sabe leer y escribir.

CREYENTE Y NO PRACTICANTE

Y en cuanto a su Fe y religiosidad, hasta ese año de 1980, que va a ser clave en su vida, ella misma nos dice que era creyente, pero no practicante por falta de instrucción y de tiempo para cumplir con sus deberes religiosos. El único lazo o vínculo religioso que mantenía desde niña era una sencilla, pero filial devoción a la Virgen, a la que Amparo seguía recurriendo con frecuencia, sobre todo en sus continuos achaques físicos y en sus mayores apuros económicos. Pero he aquí que la vida de esta sencilla mujer va a cambiar radicalmente a partir del mes de noviembre de 1980, cuando tenían sus hijos entre 10 y 22 años.

OBRA

Siguiendo el criterio del Evangelio: «…por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16), éstos han sido abundantes en Prado Nuevo. Lo confirman los testimonios de los que, cuando pisan este lugar, sienten renovadas sus vidas, se acercan a la Iglesia Católica y se integran en ella como piedras vivas, fortalecidos por la riqueza de los sacramentos. También han brotado vocaciones sacerdotales y religiosas.

Pero el fruto más significativo es la Obra que se desarrolló a raíz de estas apariciones, fundada por Luz Amparo Cuevas y aprobada por el Cardenal Arzobispo de Madrid, D. Ángel Suquía: la Asociación Pública de Fieles «Reparadores de la Virgen de los Dolores», constituida por tres ramas:

  • Hermanas Reparadoras: se dedican a cuidar de los ancianos necesitados.

  • Comunidad Familiar: procuran vivir como los primeros cristianos.

  • Comunidad Vocacional: jóvenes que se consagran en la oración y el trabajo; algunos de los cuales siguen el camino del sacerdocio. De aquí han surgido ya una decena de sacerdotes.

Durante más de 25 años, se han realizado obras de amor y misericordia, se han abierto casas en El Escorial (Madrid), Griñón (Madrid), Torralba del Moral (Soria), Peñaranda de Duero (Burgos), Pesebre (Albacete)… Desde el año 2005, la Obra de la Virgen de los Dolores ha sufrido repetidas denuncias presentadas por una persona. Hasta el momento, los tribunales siempre han dado la razón a esta Institución de la Iglesia.